quarta-feira, 17 de junho de 2009

Atrapados en la discordia. De Pilar Rahola e Tomás Alcoverro


Atrapados en la discordia

Editorial Destino

Acaba de sair do prelo o libro "Atrapados en la discordia. Conversaciones sobre el conflicto Israel-Palestina", de Editorial DESTINO. É unha conversa dura, argumentada e moi enfrontada, entre dúas olladas distintas do conflicto de Oriente Próximo. Por unha banda, Tomás Alcoverro, coñecido correspondente no Líbano, e frontal crítico de Israel. Pola outra banda, Pilar Rahola

Do intenso debate, saíu un libro tamén intenso e complexo. Eis o prólogo escrito por Pilar Rahola titulado "El mito y la realidad".

El mito y la realidad.

El primer enemigo de este trágico y duradero conflicto es la propaganda. Y la primera víctima, es la verdad. Sobre el conflicto de Oriente Medio, no se informa, se perpetúan largas retahílas de medias verdades, algunas sonoras incoherencias históricas y una ingente cantidad de mentiras. Es cierto que la deformación de la realidad es un fenómeno innato a las crónicas de guerra, y que ningún conflicto escapa a esa perversión. Pero la deformación periodística que sufre la endémica confrontación entre árabes e israelíes, va mucho más allá de la tradicional dificultad del periodismo, por encontrar el equilibrio informativo. No existe ningún otro conflicto violento que genere tanto maniqueismo y tanta manipulación informativa. Y no hay ningún otro donde se lesione más el código deontológico del periodismo. La persistente voluntad de convertir a Israel en una especie de ente diabólico, eternamente culpable, y, a su vez, de presentar a los palestinos como víctimas universales, sin mácula, ni culpa, ha convertido a la mayoría de la prensa internacional, en parte activa del conflicto, y la ha alejado definitivamente de su condición de cronista. La cuestión es preguntase si esa postura militante, y abiertamente antiisraelí, es realmente útil para resolver el conflicto, o solo sirve para maquillar algunas malas conciencias.

¿Es útil para conseguir la paz? ¿Lo es para el pueblo palestino? O, como me temo, ¿solo sirve para encender algunas soflamas de una izquierda caduca, cuya nostalgia de viejas ideologías, la ha llevado a substituir el póster amarillento del Che Guevara, por la kefia palestina? Porqué si algo resulta meridianamente claro es que la demonización que sufre Israel, en manos del periodismo, y, especialmente, en manos de la intelectualidad de izquierdas, no ayuda a ninguna de las partes, y contamina seriamente los caminos de la paz. Veamos algunas de las reflexiones divergentes sobre un conflicto que, generalmente, no goza del análisis sereno, sino de una profusa evacuación de vísceras. ¿Existe otro problema en el mundo que genere más adrenalina y menos pensamiento, que éste? ¡Cuántos ciudadanos inteligentes, con sus carreras bajo el brazo y sus títulos de prestigio, devienen auténticos ignorantes cuando hablan de Israel! ¡Y cuántos de ellos hacen buena la máxima que un día dediqué a José Saramago, paradigma de la histeria antiisraelí más desacomplejada: “se puede escribir como los ángeles, y pensar como los idiotas”! Si algo es cierto, en todo caso, es que el antiisraelismo forma parte de lo políticamente correcto, tanto que se ha convertido en un auténtico pensamiento único. Sin embargo, a pesar de su “incorrección” y a pesar de parecer, sin serlo, una pura provocación, oso plantear algunas “verdades distintas”, a las “verdades” oficiales que parecen imponerse, sin solución de debate.

La primera “verdad” es que el principal aliado del pueblo palestino, es Israel. Probablemente, de hecho, es el único que tiene. O dicho de otra forma, algunos de los que más gritan el “Palestina libre” y más criminalizan al “ente sionista”, son los que más daño hacen a los intereses del pueblo palestino. No solo porqué cualquier estado palestino viable, pasa necesariamente por la colaboración con el vecino Israel, sino porque la mayoría de países que intervienen en el conflicto, nunca han querido un Estado palestino. Peor aún, tampoco lo quieren los grupos palestinos que usan el terrorismo yihadista, y cuyo único objetivo es una República islámica mundializada. No hay un solo texto de Hamás, en décadas de existencia, que plantee la creación de un Estado palestino libre. Y ello es extensible a otros grupos de la misma naturaleza ideológica. Si hablamos de países teóricamente “amigos” de Palestina, como Irán o Siria, los hechos son dramáticamente contundentes: profusa ayuda económica y militar para el terrorismo; cero ayuda económica para la construcción de un estado moderno; cero ayuda diplomática para su viabilidad. Palestina es la gasolina que enciende muchas mechas en Oriente Próximo, pero la mayoría no tienen como finalidad crear un Estado independiente, sino acosar, hostigar y violentar a Israel, cuya naturaleza democrática resulta pura dinamita para los regimenes de la zona. Tampoco sirve de mucha ayuda para resolver el conflicto, la minimización del terrorismo palestino, que perpetran, con suicida alegría, la mayoría de los grandes pro-palestinos que pululan por las esferas del pensamiento progresista. Hamás, y el resto de grupúsculos de la misma naturaleza, son un auténtico cáncer para Palestina, fanatizan a su sociedad, usan a adolescentes como bombas humanas, esclavizan a sus mujeres, asesinan a los disidentes e hipotecan, para siempre, toda posibilidad de acuerdo con Israel. Practican, pues, una ideología totalitaria.

No hay ninguna duda de que, para los palestinos democráticos, Israel es un enemigo con el que tendrán que pactar algún día. Pero está claro -otra “verdad” incómoda-, que Hamás es el enemigo principal, y con éste nunca podrán pactar nunca. Lo cual nos lleva a otro enigma de este particular conflicto: ¿cómo es posible que jóvenes de extrema izquierda y sesudos progres de carnet, griten “vivas” por las calles occidentales, a una organización totalitaria que nunca ha luchado por la libertad de nadie, sino por la esclavitud de todos? Por supuesto, el mito también señala, con pasión inaudita, que la culpa del conflicto es toda de Israel, porqué ocupa territorios palestinos, y no quiere la paz. Sin embargo, la otra “verdad” señala cómo, históricamente, los árabes nunca han creado un estado palestino cuando han podido hacerlo, ni en Gaza por Egipto, ni en Cisjordania, por Jordania. Y señala también que, cada vez que ha habido una posibilidad de paz, Israel ha cedido territorios que había conquistado, después de guerras cruentas. “Paz por territorios” es un lema clave de la política de defensa israelí, cuya virtualidad no discute ningún de sus líderes. A diferencia de los palestinos, que nunca han perdido una oportunidad de perderlas todas, Israel nunca ha dejado escapar una sola oportunidad para garantizar la paz. Pero hay una gran diferencia entre entregar territorios, después de una garantía de acuerdo pacífico, y entregar territorios sin ninguna garantía. Léase Gaza. Sharon devolvió la franja. Y ello solo ha servido para que Irán armara un auténtico ejército, financiara la logística terrorista, disparara miles de misiles contra Israel y retrasara cualquier posibilidad de acuerdo. ¿Quién puede pedir a un país que retorne territorios gratuitamente, sin acuerdo de paz, y con la posibilidad de que se conviertan en plataformas de su propia destrucción? Eso, que no se pediría a nadie, se exige permanentemente a Israel. El mito habla de Israel como el gran gigante militar de la zona. La triste otra “verdad” es que Israel es el único país del mundo amenazada de destrucción, el único cuyo pueblo ya ha sufrido intentos de exterminio, el único que sufre la amenaza de un ataque nuclear, y el único que puede desaparecer.

¿Cuántos días, meses, años pueden perder la guerra, los enemigos de Israel? Eternamente. ¿Cuántos puede perderla Israel? Un solo día. Uno solo, y desaparece. Otros muchos mitos circulan sobre el conflicto, y todos confluyen en una única dirección: Israel es una especie de ente diabólico, culpable de los males de la región y hasta de los males del mundo. Sorprende que esta obsesiva criminalización la perpetren intelectuales que dicen defender la libertad, pero así es. Sin embargo, la incómoda “verdad”, es que Israel es el único país que defiende la libertad en la región, y el único dispuesto a convivir con un estado palestino. ¿Están dispuestos, el resto de países islámicos, a convivir con un Israel democrático? Porqué, si otra “verdad” acompaña a ésta primera, es que la paz no se decide, hoy por hoy, entre Ramallah y Jerusalén. Se decide en Teherán, en Damasco, en las montañas de Paquistán, en los agujeros del pensamiento fundamentalista, en cada rincón donde se ha inoculado el odio a Israel. ¿Es Palestina el gran enemigo de Israel? No. Palestina será su más fiel aliado, si se consigue la paz. Porqué algo está claro, palestinos e israelíes sufren la misma amenaza, y sobreviven al mismo enemigo: el fundamentalismo islámico. Es una tragedia para Israel, y para el mundo, que los intelectuales más chillones que practican la profusa histeria antiisraelí, no griten, con la misma intensidad, contra esta plaga totalitaria. Una última consideración. Mis reflexiones no pretenden convencer a nadie. Las respuestas que planteo no son dogmas de fe. Solo pretenden abrir nuevos interrogantes, conseguir que el pensamiento único contra Israel se quiebre, para dar paso al debate inteligente. El gran problema de este conflicto, es que sobre Israel no hay preguntas, solo respuestas dogmáticas. No hay ideas, solo consignas. No hay debates, solo pancartas. Todo ello, que hace mucho ruido y remueve muchos estómagos, no sirve para nada. Ni para los palestinos, ni para la paz. ¿O alguien cree que la paz se construye en contra de Israel? ¿O alguien cree que la paz la pueden traer los fundamentalistas totalitarios? Si fuera el caso, evidentemente se trataría de la paz de los cementerios. Israel y Palestina, vidas cruzadas, destinos paralelos. Una sin la otra no tienen Futuro. El reto es conseguir que también tengan Presente. En eso trabajamos los que creemos en la libertad de los dos pueblos, sin usar la libertad de uno, contra la del otro. Y en eso no trabajan los que solo se mueven por el odio antiisraelí. Pueden gritar mucho en la calle, pero solo les asiste la razón de su prejuicio.

Prólogo do libro "Atrapados en la discordia". Ed. Destino, 2009

Informa Maribel Ferreiro